martes, 7 de junio de 2011

Borondo-Guadalquitón-Borondo

Son nombres antiguos de la vida rural ya extinguida, topónimos es la palabra adecuada, esta costa antes del expolio fue sitio de pesquerías y huertas familiares, vacas retintas y algún cerdo en montanera, corcho y esparto, tagarninas y trigueros.
Milagrosamente conservadas gracias a la secular incomunicación, están ahora al borde de la destrucción por un modelo de desarrollo ya caduco, que pretende construir mas hoteles sin clientes y mas apartamentos invendibles.

El contacto entre tierra y mar es un linea singular sobre la que se han cebado los inversores como garantía de éxito, en los últimos cincuenta años, ahora esto no tiene sentido en una zona con vocación residencial, que no turística. Expoliar un bosque relictual para traer seres blanquecinos a tostarse un par de meses al año sería un pecado y una estupidez que no podemos consentir con la inacción.

Por el contrario la preservación de las dos fincas constituirá un recurso único para la zona y su vocación de permanencia para europeos en las cuatro estaciones, que pueden construir en los miles de hectáreas disponibles en el interior, hectáreas sin apenas valor ecológico ni paisajístico, pasto de las llamas de forma intermitente y que este miope Ayuntamiento cela con tanto rigor. Territorio en manos de administraciones corruptas y trasnochadas que no valoran lo que en un futuro inmediato supone la preservación, todavía anclados en el modelo de los sesenta para la prosperidad de sus votantes y la suya en primer lugar.

Desde aquí podemos juntar nuestra ilusión y nuestro conocimiento para construir un dique a la marea de vulgaridad y ruina que ya inundó Manilva en el último tiempo, hay razones jurídicas, ecológicas, económicas y sobre todo morales para detener esta arbitrariedad de la administración, que contradiciendo sus propias resoluciones pretende ahora bajo la mesa robarnos la frescura de el ultimo alcornocal y las ultimas dunas que nos quedan.

Somos muchos y somos limpios, tantos como los alcornoques de la provincia y tan limpios como las aguas del Mediterráneo que se acercan a verlos en este enclave único, frente de batalla de la decencia, peleemos para que entre las olas y el bosque no se interponga, una vez mas, una barrera de terrazas vulgares con bikinis tendidos al sol. 

Emilio Alcora

1 comentario:

  1. totalmente de acuerdo Emilio,esperemos que algún día, la naturaleza tambien sea considerada riqueza.gracias por tu escrito.Manu

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